Este sábado se cumplirán veintidós años en que Raoul Wallenberg se convirtió en ciudadano honorario de los Estados Unidos. Aunque el honor fue todo nuestro: este hombre extraordinario ayudó a salvar a cientos de miles de vidas, incluyendo las de mi mujer y la mía, mientras trabajaba bajo la dirección del gobierno estadounidense.
Sin embargo, la verdad sobre el destino de Wallenberg continua sin saberse.
La comunidad internacional, y en especial el gobierno estadounidense, debe redoblar sus esfuerzos para establecer qué fue lo que le sucedió. Se debe ejercer más presión sobre Rusia para que abra sus archivos sobre dicho tema, incluso si significa develar secretos vergonzosos de la era soviética, o secretos más recientes, y no sólo rusos.
Cualquiera que conozca la historia de Wallenberg es consciente de que la humanidad le debe mucho; cuando tantos otros tuvieron menos valor o fueron menos cómplices del mal de su tiempo, él arriesgó su vida de privilegios para ayudar a sus amigos y a desconocidos por igual.
Descendiente de una prominente familia sueca, Wallenberg fue reclutado por el Comité de refugiados de guerra para cumplir una tarea peligrosa: rescatar a miles de judíos húngaros. A la edad de 32 fue nombrado secretario de la legación sueca en Hungría, que recibía ayuda financiera de los Estados Unidos y guía del Comité de refugiados de guerra bajo la supervisión del Departamento de Estado de los Estados Unidos.
Los nazis ya habían deportado a más de 400.000 judíos húngaros, hombres, mujeres y niños. Sólo quedaron alrededor de 230.000 judíos en Budapest. Wallenberg comenzó inmediatamente a salvarlos con coraje, ingenuidad, diligencia y engaños. Ideó soluciones creativas y efectivas, como los pases de seguridad que poseían firmas oficiales y los casas de seguridad con la bandera sueca ondeando en la entrada, y empleó las técnicas tradicionales en uso durante ese tiempo, incluyendo amenazas y sobornos. Wallenberg salvó a cientos de miles de personas de la deportación y las marchas de la muerte mientras el poder nazi estaba en su apogeo, y a muchos más de una masacre cuando los desesperados alemanes se replegaban al final de la guerra.
Pero las autoridades militares soviéticas detuvieron a Wallenberg en enero de 1945, violando el derecho internacional. Tres meses más tarde, el secretario de estado de los Estados Unidos, Edward Stettinus le dio instrucciones al embajador estadounidense en Moscú, Averell Harriman de ofrecer ayuda a nombre de Wallenberg al embajador sueco, quien rechazó la oferta. Esta respuesta fue señal suficiente para los Estados Unidos de que se podía hacer poco para ayudar a Wallenberg, incluso se sabía en los niveles más altos del departamento de estado que su vida corría peligro.
Sin embargo, miembros del congreso continuaron presionado por el caso Wallenberg. En 1947, el prominente presidente del Comité de relaciones exteriores del senado, Arthur Vandenberg, apeló directamente al actual secretario de estado Dean Acheson para que interviniera, pero Acheson se negó.
La posición oficial del departamento de estado parece haber permanecido sin cambios por décadas. En 1973, 28 años después de que Wallenberg fuera detenido por los rusos, su madre convaleciente le escribió al secretario de estado Henry Kissinger suplicándole que buscara información del Kremlin sobre su hijo. La oficina europea del departamento de estado apoyó fuertemente su petición, pero por razones que nunca fueron explicadas adecuadamente, Kissinger no lo hizo.
Mientras tanto, los esfuerzos del congreso para aclarar la situación de Wallenberg continuaron esporádicamente. Como nuevo miembro de la Cámara de diputados en 1981, el primer proyecto de ley que presenté fue el de otorgarle a Wallenberg la ciudadanía honoraria. Por ese tiempo sólo otra persona había sido nombrada ciudadano honorario, Winston Churchil. Le legislación pasó por el congreso y fue aprobada por el presidente Reagan en el Rose Garden en otoño de ese año.
Algunos de nosotros en el congreso continuamos presionando a los rusos a través de los años, utilizando la ciudadanía estadounidense como herramienta. Por desgracia nuestro progreso para resolver el misterio ha sido mínimo.
Hoy no sabemos casi nada sobre el destino final de quizás uno de los más grandes salvadores de la era del holocausto. Hace sólo dos años, el primer ministro Goran Persson concluyo en lo siguiente: ”no hay evidencia de lo que le sucedió a Wallenberg.” El informe destaca que el gobierno sueco no había aprovechado las oportunidades, en particular en la última parte de los años cuarenta para obtener la liberación de Wallenberg.
Y en marzo de ese año, un cuerpo de investigación sueco de alto rango, la comisión Eliasson, aportó poco a las afirmaciones del primer ministro pero fue más dura al denominar al ministerio exterior por su ”falta de interés” inicial en el caso Wallenberg. También se criticó la falla estadounidense al principio al asegurar ”un alto grado de responsabilidad” a la seguridad de Wallenberg.
El Kremlin podrá insistir en la actualidad que Wallenberg fue ejecutado en la prisión de Lubyanka en julio de 1947, pero no ha ofrecido ninguna prueba convincente, ni documentación ni evidencia que validen dicha afirmación. En otoño de 1991, la persona encargada de los archivos rusos se quejó públicamente de que la KGB había clasificado en forma deliberada algunos archivos del caso Wallenberg como ”inteligencia operacional” y de ese modo cerrado al escrutinio del público.
La comisión Eliasson le solicitó al Kremlin que liberase ”todo el material relevante” sobre el caso Wallenberg. En el análisis final, dijo, responsabilidad por asegurar ”toda la verdad” sobre Wallenberg se encuentra en el ”liderazgo de Rusia.” La geopolítica podría sugerir que sólo los Estados Unidos puede ofrecer la influencia para mover ese liderazgo.
El 5 de octubre no sólo marca el aniversario de la ley que nombró a Wallenberg ciudadano honorario sino también es la fecha en que la piedra angular del memorial del holocausto de los Estados Unidos fue ubicado en el numero 100 Wallenberg Place en Washington.
Se han presentado muchos homenajes y también se presentarán en el futuro para preservar la memoria de los logros de Wallenberg. EL mes que viene, será nombrado ciudadano honorario de Budapest. Dichos honores son útiles para educar al mundo sobre el trabajo desinteresado y valiente de Wallenberg.
Pero eso no es suficiente. Los Estados Unidos deben presionar a Rusia para que abra todos los archivos de Wallenberg para que se pueda conocer el destino de este ciudadano honorario, que trabajó en forma tan cercana con este país en un tiempo de crisis internacional pero que fue evidentemente dejado de lado cuando más lo necesitaba.
El congresista por California Tom Lantos es el Demócrata superior en el Comité de relaciones internacionales del congreso.