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La historia secreta del
mejor momento de Suiza
Esta es la historia
no contada del intento de rescate más extraordinario
durante el Holocausto.
Se trata del rescate de 140.000 judíos en Budapest.
La mayoría de la gente, e incluso historiadores
de este trágico período no han oído
sobre George Mantello, el diplomático judío
que condujo los intentos de rescate desde el consulado
salvadoreño en Ginebra. Seguramente no tienen noción
de cómo y porqué de todos los lugares, Suiza
debería ocupar un papel tan importante. ¿Acaso
no devolvió este gobierno a miles de refugiados
judíos a través de la frontera a las manos
alemanas? Y, ¿no fue la Cruz Roja Internacional,
un brazo del gobierno suizo extremadamente inútil
para las víctimas judías del Nazismo, lo
que racionalizó con una letanía de excusas
legalistas? Sin embargo, el Dr. Kranzler, un notable historiador
del holocausto con nueve libros sobre el rescate y los
intentos de rescate durante esta época trágica,
prueba la veracidad de su fascinante saga más allá
de las dudas.
Antes de la guerra, George Mantello era un financista
exitoso que había sido Cónsul Salvadoreño
Honorario de Hungría, Rumania y Checoslovaquia.
En 1942 fue nombrado Primer Secretario del Consulado salvadoreño
en Ginebra, donde inició dos importantes intentos
de rescate, con el apoyo total de su Cónsul General.
El primero era la distribución gratuita de miles
de papeles de ciudadanía salvadoreños a
judíos sin distinciones de ningún tipo en
la Europa ocupada por los nazis.
El segundo y más importante esfuerzo era hacer
lo imposible: detener los trenes de Hungría a Auschwitz,
que llevaban cada día a 12.000 judíos a
las cámaras de gas.
Esto lo logró
con la ayuda de un diplomático rumano que arriesgó
su vida para traer los informes sobre las atrocidades
de Auschwitz y Hungría revelados por un judío
escondido en dependencias suizas en Budapest, quien dijo
que desde el 15 de mayo al 15 de junio de 1944, 500.000
judíos húngaros habían sido condenados
a muerte. Con ansiedad, esperó las deportaciones
finales de la capital. Trágicamente, todas las
organizaciones judías en Suiza habían obtenido
copias de estos informes de atrocidades seis semanas antes.
Estos habían sido enviados por el Rabino Michael
Ber Weissmandl, líder de la resistencia eslovaca
judía, al cual adjuntó un pedido a los aliados
de bombardear el tendido férreo a Auschwitz. Mientras
que todos obtuvieron papeles de El Salvador de Mantello,
nunca se preocuparon en mostrarle estos informes.
Con la ayuda de la
inteligencia británica y estadounidense, a quienes
había ayudado con anterioridad, y el liderazgo
moral de algunos destacados teólogos suizos, incluidos
Karl Barth, Emil Brunner y Paul Vogt, Mantello inició
y orquestó una campaña de prensa y de la
Iglesia, que no tuvo parangón en ningún
lugar. La prensa retumbaba con más de 120 periódicos
y 400 artículos (muchos de tapa) condenando a los
Nazis, Auschwitz y la complicidad húngara. Del
mismo modo, cada iglesia, desde la más céntrica
a la iglesia del poblado más pequeño, sonaba
con sermones críticos sobre el mismo tema. Mientras
tanto, Mantello distribuía copias de los resúmenes
de los informes a todas las embajadas como así
también a los periódicos extranjeros.
En diez días
surgió la primera protesta pública de Roosevelt,
el Papa, Churchill y el Rey de Suecia, quien entonces
despachó a Raoul Wallenberg a Budapest. Lo más
sorprendente de todo, fue que bajo el liderazgo moral
de sus líderes religiosos, miles de mujeres, trabajadores
y estudiantes universitarios suizos llevaron adelante
protestas y manifestaciones en las calles de las grandes
ciudades contra la indiferencia de su propio gobierno
y de la Cruz Roja hacia el destino de los judíos
húngaros. Incluso desmintieron la alardeada "neutralidad
suiza" en esta batalla para salvar a los judíos,
con titulares como "No hay neutralidad cuando se
confronta con estos crímenes", etc. Luego
de una semana de aquellas manifestaciones, el gobierno
suizo y la Cruz Roja capitularon al deseo de su pueblo
y empezaron a proteger a los judíos en Budapest,
junto con los ahora enérgicos diplomáticos
de Suecia, España, Portugal y el Nuncio papal.
A pesar de los constantes intentos de Eichmann de completar
la Solución Final en Hungría, los diplomáticos
neutrales ahora arriesgaban sus vidas para proteger a
los judíos sobrevivientes.
Es una historia fascinante,
llena de ironía, heroísmo, ingenuidad, como
así también traición, traída
a la luz por la pluma simplista del autor, en este trabajo
abundantemente documentado y ganador de un premio. También
ha concientizado al lector sobre la gran deuda que los
judíos (y el mundo) tienen con el pequeño
país de El Salvador, el pueblo suizo, y los diplomáticos
de otros países neutrales, sin cuya total participación
no hubiesen sobrevivido judíos en Budapest.
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