- La
gratitud de Juan Pablo II
Diario Clarín 7 de Octubre, 2001
Juan Pablo II la miró
firme a los ojos y le dijo : "Yo sé
muy bien quién es usted y le agradezco mucho todo
lo que hizo. En mi país, Polonia, especialmente
en la región de Cracovia, gracias a usted y a su
esposo fueron salvados muchos polacos judíos, pero
también vuestras acciones salvaron las vidas de
numerosos polacos católicos".
Era un frío mediodía
del 22 de marzo de 1995. La plaza San Pedro, en el Vaticano,
a esa hora estaba colmada de fieles. Pero en ese momento
el tiempo se detuvo exclusivamente para ella.
Quienes la acompañábamos
pudimos ver como su rostro, usualmente duro, se transformó
al instante por la emoción. Casi no pudo articular
palabra. Se cumplía su deseo de toda la vida de
estar junto al Papa.
"Me eduqué en un hogar
católico donde me enseñaron dos cosas: una,
que nunca un ser humano tiene menos derechos que otro.
Otra, que hay que ayudar a todo aquel que esté
en problemas", solía decir.
Lucía en su pecho la condecoración
que el 25 de enero anterior le había entregado
el gobierno argentino: la Orden de Mayo al Mérito
en el Grado de Comendador. Le habían otorgado este
premio merced a una propuesta hecha por la Casa Argentina
en Jerusalem, una organización promotora de la
Fundación Internacional Raoul Wallenberg y del
Mural Conmemorativo a las víctimas del Holocausto
emplazado en la Catedral de Buenos Aires. Este mural,
a su vez, es el único recordatorio en todo el mundo
de los millones de personas exterminadas por los nazis
instalado dentro de un templo cristiano.
Emilie Schindler vivió en Argentina
desde 1948, luego de la Segunda Guerra Mundial, hasta
el 8 de julio del año pasado, cuando regresó
a Alemania, el país en el que vivió los
años más importantes de su vida y donde
finalmente murió.
Su caso fue descubierto y hecho público
por el periodista Pedro Gorlinsky, del diario Argentinisches
Tageblatt. A comienzos de la década del sesenta
Helmut Heinemann, presidente de la Filial Tradición
de la sociedad filantrópica B''rit, comenzó
a asistir a Emilie. Años después continuaron
con ese privilegio Leonor y José Matzner.
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