Sra. Embajadora de los Estados Unidos de América, Vilma Martínez, y miembros del Cuerpo diplomático
Sr. Nicholas Tozer, Miembro del Consejo Directivo de la Casa Argentina en Israel Tierra Santa
Dr. Natalio Wengrower, miembro del Board Nueva York de la Fundación Wallenberg.
Gran Rabino Salomón Ben Hamú,
Sr. Director ejecutivo de Casa Argentina en Israel, Gustavo Jalife,
Como miembro honorario de la Fundación Internacional Raoul Wallenberg y Casa Argentina en Israel, tengo el agrado y el honor de unirme a la agradecida recordación al mismo diplomático sueco, quien salvó a tantos hermanos y hermanas judíos, en este sexagésimo quinto aniversario de su desaparición luego de ser detenido por el ejército soviético, el 17 de enero de 1945. Juntamente a esta membresía y amistad, nos une también con Casa Argentina en Israel Tierra Santa, lo que podemos llamar ”el hito argentino fundacional” en la Basílica de la Anunciación, y me refiero al mural del «Hallazgo de la imagen de la Virgen de Luján» de Raúl Soldi, el cual pinta el acontecimiento que, según investigaciones histórico-críticas, tuvo lugar en la jurisdicción de la actual diócesis de Zárate-Campana, en el partido de Pilar .
La presencia de la Sra. Embajadora de los Estados Unidos, Vilma Martínez, de distinguidos miembros del Cuerpo diplomático, de la misma Fundación Raoul Wallenberg y Casa Argentina en Israel, del Sr. Rabino y de la digna concurrencia, junto a la estatua que lo conmemora en esta ciudad de Buenos Aires, constituye un gesto elocuente de homenaje a quien manifestó virtudes, coraje y heroísmo. Como amigos de la Fundación, queremos atraer la atención ciudadana a unirse al espíritu que animó a aquél insigne diplomático, en la tutela de los derechos del hombre y del ciudadano, del indefenso, del perseguido, en la tutela de la solidaridad, y en el coraje y la amistad cívicos.
El ejemplo de Wallenberg es paradigmático para que el ejercicio de nuestros derechos ciudadanos no se pierda, y, esto es especialmente válido, creo, para aquellos que creemos en Dios Justo y Misericordioso, que no pierda lo que podemos llamar ”el impulso original civilizacional” de aquéllos, el de la dignidad de toda persona humana, de la libertad, de la paz, del legítimo progreso y de los valores, evitando, de tal modo, que nuestro ”(…) modelo de civilización se desmorone, trozo a trozo” . La paz, la concordia, los derechos humanos, la fe, lejos de conducir al «enfrentamiento entre civilizaciones», nos llevará a la concordia y la amistad, también entre las religiones, incluyendo todo lo inspirador y valórico, para la construcción dialógica de una ”civilización del Amor”.
A este propósito, recientemente, justo antes de su memorable visita a la Sinagoga de Roma, el Papa Benedicto XVI expresó su propósito, ”el de encontrarme –dijo-con la comunidad judía de la ciudad y abrir una nueva etapa en el camino de concordia y amistad entre católicos y judíos (…) Se respira un clima de gran respeto y de diálogo, atestiguando cuánto han madurado las relaciones, y el compromiso común de valorar lo que nos une: la fe en el único Dios, ante todo, pero también la tutela de la vida y de la familia, la aspiración a la justicia social y a la paz” .
”Justos entre las naciones” los hubo de diversas religiones o creencias. Como un Pastor de la Iglesia católica, admirando la valentía y el sentido trascendente de la justicia de todos ellos, puedo mencionar a aquéllos que por proximidad me han impactado más de cerca, tales como Tibor Baranski, secretario ejecutivo, durante la Segunda Guerra Mundial, del Movimiento de Protección Judío de la Santa Sede en Hungría y trabajó mano a mano con el arzobispo Angelo Rotta, el nuncio papal en dicho país entre 1944 y 1945 (el cual también ha sido reconocido por el Yad Vashem como un ”justo entre las naciones”)” , Sin olvidar a la Bienaventurada Madre Elisabeth Hesselbladt, sueca ella, como Wallenberg, quisiera destacar, por fin, al entonces arzobispo Mons. Angelo Roncalli, quien luego fuera elevado al solio pontificio como el Papa Juan XXIII (declarado beato por Juan Pablo II), el cual, por su acción diplomática cuando fuera Delegado Apostólico en Estambul, es reconocido y agradecido por la Fundación que preside el Sr. Baruj Tenembaum, y hoy por tantas personas en nuestro mundo contemporáneo.
Un mundo en que nos esforcemos por la Justicia y el Amor, Tzedek y Tzedaka, es para nosotros todo un programa de vida que hoy renovamos, en esta memoria activa del heroísmo, ético y práctico, signo de un corazón grande y fraterno.
febrero 8, 2010