Un grupo de personalidades judías reivindica el compromiso asumido por monseñor Guiseppe Roncalli, luego Juan XXIII, en la Segunda Guerra. Su estratagema salvó a miles de judíos húngaros.
E l regordete monseñor acercó su silla a la del visitante y a media voz le preguntó: ¿Usted cree que los judíos estarían dispuestos a someterse voluntariamente a ceremonias de bautismo?
Desprevenido, el interlocutor tardó unos segundos en responderle hasta que apeló al sentido común: Mire, si eso pudiera llegar a salvar sus vidas, creo que estarían dispuestos a hacerlo ”. La réplica del religioso fue instantánea: Ya sé pues lo que voy a hacer .
El diálogo pertenece al entonces Nuncio Apostólico en Turquía, monseñor Giuseppe Roncalli, en 1958 ungido Papa Juan XXIII y apodado más tarde ”el Papa bueno”, y al delegado en Estambul de la organización de Embarque de los Refugiados de Guerra (War Refugee Board), el norteamericano Ira Hirschmann. Se produjo cuando la Segunda Guerra Mundial estaba en su apogeo, y dio paso a una de las mayores operaciones de rescate de judíos del horror del nazismo.
Fue lo que algunos denominan ”Operación Bautismo”, un plan para bautizar a judíos húngaros: gracias a estos certificados de haber recibido el sacramento, muchos evitaron ser enviados a los campos de concentración.
Según testimonios dados ante los tribunales de Nüremberg, esto permitió salvar a 24.000 judíos, aunque fuentes católicas afirman que se dispensaron unos 80.000 certificados.
Sin embargo, para aquellos a quienes este recurso recuerda la conversión forzada de judíos, la administración del sacramento no sería un requisito sine qua non para obtener el certificado. De ser necesario, se fraguaría. Tampoco obligaba a los bautizados a profesar el culto católico. Según la formula elegida por el Nuncio Apostólico en Turquía y el embajador Hirschmann, diplomáticos al fin, de los judíos bautizados dependería después decidir si deseaban permanecer en la Iglesia o no.
Monseñor Roncalli no parecía estar improvisando ante Hirschmann, sino que hacía tiempo que venía concibiendo el plan. De hecho, le dijo a su visitante que tenía razones para creer que algunos certificados de bautismo ya habrían sido otorgados por religiosas de la congregación de Hermanas de Sión a judíos húngaros. E incluso que los nazis habrían reconocido esos documentos como válidos para que sus portadores abandonaran Hungría.
La última parte de la reunión estuvo dedicada a delinear los primeros pasos con vistas a la implementación del ”Operativo Bautismo”. Consistían en que miembros de la comisión de refugiados tomaran contacto con dignatarios de la Iglesia en Hungría. Organizarían en conjunto los bautismos a gran escala de judíos, que muchas veces terminarían celebrándose en lugares poco ortodoxos, como los refugios antiaéreos de Budapest. El plan pergeñado por Roncalli -quien años más tarde, como Papa, convocaría a un Concilio, el Vaticano II, que actualizó el catolicismo- fue la acción más importante del futuro Juan XXIII, pero no la única, de una serie de gestiones, entre las que sobresale la canalización de certificados de inmigración a Palestina.
A contracorriente
Lo llamativo es que según la historiografía eclesiástica, Roncalli no era considerado un diplomático brillante.
Baruj Tenenbaum asegura, incluso, que el futuro Papa fue enviado a la Nunciatura de Estambul castigado luego de haberse malquistado con sus superiores por haberse opuesto a Benito Mussolini. Más aún: hay quienes afirman que el siguiente traslado de Roncalli a la Nunciatura de París, aunque para él significó un ascenso, tuvo para el Vaticano un sentido muy distinto: desairar al gobierno de Francia, que presionaba por una figura afín al régimen, con otro ”diplomático poco brillante”.
La actitud del futuro Papa, en contraste con cierta condescendencia hacia el nazismo que algunos sectores de la comunidad internacional le achacan a su antecesor, Pío XII, ha llevado a un grupo de personalidades de origen judío, encabezadas por un argentino, Tenenbaum – pionero del diálogo judeo-católico -, a lanzar una campaña mundial en favor del reconocimiento de Juan XXIII.
Esta incluye la creación de una distinción que llevará el nombre de Roncalli, destinada a los diplomáticos que se destaquen por sus obras humanitarias, entre otras iniciativas. También se emitirán sellos postales alusivos a la personalidad del extinto pontífice, se plasmarán murales recordatorios, se dictarán cursos sobre su obra y hasta se organizarán concursos en torno a su figura. Además de la creación de una página en Internet.
A nivel nacional, Tenenbaum -quien preside la Fundación Internacional Raoul Wallenberg , que lleva el nombre de otro diplomático, pero sueco, desaparecido hacia el final de la guerra, al que también se le adjudica haber salvado a muchos judíos del Holocausto- es acompañado en esta iniciativa por el presidente de la Confederación Israelita de la República Argentina, rabino Simón Moguilevsky , entre otras personalidades judías.
La campaña ya fue presentada al secretario de Estado del Vaticano, cardenal Angelo Sodano, con ocasión de la última visita que el purpurado hizo a la sede de la ONU, en Nueva York. Otro tanto hicieron los organizadores en Alemania ante el presidente de ese país, Johanes Rau. El siguiente paso es presentarla ante el propio Papa Juan Pablo II, para lo cual se están haciendo los arreglos correspondientes.
El gesto actual se produce en momentos del viaje de Juan Pablo II a Israel y su pedido de perdón a la comunidad judía por la indiferencia de algunos católicos frente al antisemitismo y permitirá una nueva y esperanzada etapa en las relaciones judeo-católicas.